Mientras sus comunidades luchaban con un enemigo invisible, los artistas a menudo trataban de comprender la destrucción aleatoria causada por las plagas. Su interpretación de los horrores que presenciaron ha cambiado dramáticamente con el tiempo, pero lo que se ha mantenido constante es el deseo de los artistas de capturar la esencia de una epidemia. A través de estos trabajos, rediseñaron la plaga como algo no tan amorfo, incognoscible o aterrador.

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A lo largo de la historia, los artistas han retratado epidemias del trasfondo profundamente religioso en el que vivieron. En Europa, el arte que representa la peste negra fue visto inicialmente como una advertencia de castigo que la peste traería a los pecadores y a las sociedades. Los siglos que siguieron trajeron un nuevo papel al artista. Su tarea era alentar la empatía por las víctimas de la plaga, que luego se asociaron con el mismo Cristo, para exaltar y alentar al valiente cuidador. Generar emociones fuertes y mostrar una mayor fuerza para superar la epidemia fueron formas de proteger y consolar a las sociedades que sufren. En los tiempos modernos, los artistas han creado autorretratos para mostrar cómo podrían resistir y resistir las epidemias que se desarrollaron a su alrededor, tomando un sentido de agencia.

A través de su creatividad, los artistas lucharon con preguntas sobre la fragilidad de la vida, la relación con lo divino y el papel de los cuidadores. Hoy, en la época de Covid-19, estas imágenes históricas nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre estas preguntas y hacer las nuestras.

La peste como advertencia

En un momento en que pocos podían leer, se crearon imágenes dramáticas con un guión convincente para cautivar a las personas e impresionarlas con la inmensidad del poder de Dios para castigar la desobediencia. Morir por la plaga se consideraba no solo como el castigo de Dios por la maldad, sino como una señal de que la víctima sufriría para siempre en el mundo venidero.

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